Tuesday, October 28, 2008



Mujer, qué lejos me quedas. Fuiste mi deseo y, como todo, breve sabor en los labios, brisa que presagia tormenta. Qué largo se me hace el tiempo que no puedo tocarte, qué breve tu invierno en mi agosto. Quién pudiera ser tú misma y agrietar primaveras. Quién pudiera tenerte, como un cuadro si quiera, para verte al menos. Me auguro un triste devenir de felicidades y logros, con tu deuda insalvable rozando una esquina, un retal si cabe, de mi latido derecho. Podría encontrarte sin que tú me buscaras, y parecerme en algo a aquello que soñaste; podría mudarme de vida y ni si quiera eso sería bastante. Las lágrimas de un hombre no salvarán los días que acumule el calendario en tu ausencia. Ni todas las lágrimas de un hombre, mujer. Ni todas las lágrimas de un hombre. Podremos buscarnos, y nunca, nunca seremos quienes se encontraron aquella tarde. Qué castigo saber que existe la esperanza de tropezar con tu sonrisa, tan ajena y diferente ahora. Qué tristeza infinita vivir con la certeza de que ya nada es posible. Qué lento y monótono es el día que no ceso de soñarte, de imaginar acaso que existes. Te recuerdo, Amanda.

Se lo escribí así, también se lo canté...

Hay una mujer
Que camina con los gestos por los que yo un día daré
Mi vida o lo que tenga en los bolsillos
Todo a cambio de cariño
Y sólo espero que esta vez
El destino quiera,
que de alguna manera
No me toque a mi perder…