Tuesday, July 07, 2009

Menos bolos, Caperucita



La noche transcurría como de costumbre: la mujer predominaba por encima del hombre, y eso a Juli no le gustaba. Bueno a Juli lo que no le gusta es ir perdiendo, da igual que sea hombre o mujer, de día o de noche. El caso es que tras los primeros lanzamientos, Marta nos aventajaba en bastantes puntos y eso provocó que el Farsante Vimerà y el propio Juli decidieran dejar a un lado su dignidad y honor, para pasarse a jugar con la bola rosa. O lo que es lo mismo, la bola que no pesa, la infantil. “Si Marta lo hace…”, era su justificación. Me ahorraré el comentario fácil acerca de lo que hace o no hace Marta y su aplicación en el cuerpo de un hombre más o menos masculino. El caso es que la victoria de Marta parecía, una noche más, inevitable. Yo intentaba dar ánimos al personal recurriendo a frases míticas de otras noches como la inolvidable “esto no es como empieza sino como acaba” (hay que añadir que lo mítico de la frase queda en que aquello empezó y acabó de la misma manera, ridiculizando al autor de la misma). No desistí en mi ardua tarea de hacer que Juli y Cesc no se vinieran abajo. Si la bola torcía su dirección hacia la derecha y acababa tirando un único bolo, el más escorado, yo gritaba “bien, bien, ése es el más difícil de tirar, vamos!!” o “eso es, como en el fútbol, por la banda, por la banda, que el centro está muy saturado!”; o si quedaba un solo bolo y no le daban, “eso es con piedad, con piedad…”

Yo, mentrestant, iba haciendo mis puntitos y acercándome peligrosamente a los líderes de la clasificación. Nadie en ese instante podía imaginar cuál sería el desenlace final del juego. Marta, que viene a ser como Fernando Torres: sólo tiene un regate, se mantenía firme en su suma continuada de puntos. Quiero aclarar que el también conocido como “Regate de Torres” consiste en arrastrar la pelota con el pie del centro hacia el lado derecho imitando el también famoso “Regate de Raúl”, en este caso hacia la izquierda (* ver tercer gol del Madrid en la final de la Champions frente al Valencia). Marta, como digo, es el Fernando Torres de los bolos: siempre tira de la misma manera. O dicho de otra forma, sólo tiene un tiro, sin fuerza y por el centro. Lo cual es bueno cuando están todos los bolos juntos, porque siempre acaba tirando muchos, pero es un desastre cuando le quedan bolos a los lados, porque todos sabemos que el tiro de Marta irá (vamos todos a la vez, que os lo sabéis, como CR9..) “1, 2 y 3…” SIN FUERZA Y POR EL CENTRO! Yo fui el primero en darme cuenta del dato y aproveché la circunstancia para dar caza a los líderes en la última tanda da tiros (bueno, la última tanda de tiros se la pegó el Farsante, “le das una ensaimada y te deja un cruasán”, en su casa, pero esto es otro tema). Aguantando la presión esperé mi turno final para adelantarme en el marcador. La tensión hizo mella en mis tres contrincantes que no pudieron más que acabar resignados no felicitándome (cosas de la educación pública impartida en Sant Andreu).

Tras el útimo lanzamiento, en el que se decidía el vencedor, Marta se quedó de la manera que véis en la foto (clicka para ampliar). No, no es un montaje. Marta esperaba que, modificando cualquier norma establecida en cualquiera de las boleras del mundo, le dejaran volver a tirar para ganarme. No pudo ser. Mi alter ego, amante de lo retro, apareció para comentar no sin el correspondiente sarcasmo, aquello que popularizaron en los 80 los chicles de fresa (a mi los de menta no me gustaban) “sigue probando, hay muchos premios”.




El del baloncesto
La reincidencia en los errores suele ser un mal del que adolecen muchas personas, entre las cuales me incluyo. En este caso, fue el Farsante quién tras haberlo machacado al juego de basket y posteriormente a los bolos (quedó último), no tuvo otra idea que retarme a otra partida baloncestística (deporte en el cuál se cree un ser superior). Los antecedentes de nuestras particulares luchas bajo los tableros nos remontan a la universidad, donde el Chicho Terremoto que llevo dentro venció sin paliativos en un 21 a Óscar Ruud Herreros y al propio farsante, jugadores pseudoprofesionales del deporte en cuestión durante aquella época. Ni los más viejos del lugar recordaban derrota semejante. Hacía tiempo que no me extendía en mi faceta de este deporte menor, pero el viernes volvió a surgir la oportunidad. La imagen no deja lugar a dudas: yo la tengo más larga. La tira de puntos que te da la máquina, se entiende. La foto siguiente demuestra lo que hizo el farsante nada más conocer el resultado: ir corriendo a cambiar dinero para probar suerte otra vez. Amigo Cesc, no hemos aprendido nada. Con dinero no se consigue todo, lo único: que tras ganar un triplete histórico hayáis pasado del tri-tranquilo a la madridi-tris más absoluta, CR9 & Co mediante.
Así que menos Bolos, Caperucita.