Monday, January 08, 2007

Un beso con vistas


Otra vez me cuesta dormir. Te he mentido y te he dicho que me quedaba en mi puesto, vigilando la noche, para que nada estropee tu sueño... No me gusta mentirte ni en eso. No se puede contar la arena del mar, no sé llenar los desiertos.
Hay dos tipos de personas: las que al besar cierran los ojos y las que los mantienen abiertos. Siempre fuimos de los segundos, no sé si por elección o por azar. Pero el caso es que somos así, o al menos lo éramos, cuando éramos. Siempre tuvimos esa perspectiva más de nosotros mismos.
Había pasado algún tiempo desde la última vez. Obviaré lo que hablamos, lo que nos dijimos. Sólo recuerdo que al llegar la despedida nos abrazamos. Como si en ese justo momento nuestros cuerpos hubieran querido callarnos, como si nos tomaran el relevo en la conversación, como queriendo reivindicarse. Decidieron que ellos sí se echaban de menos, y nos mantuvieron en silencio, ahí, abrazados, con la ciudad de fondo, durante un instante lento. Entonces, sin despegarnos del todo, sentimos el calor de nuestros labios llamándose a gritos, reclamándose de nuevo, como en aquellos días, como en aquellos sueños... y nosotros, permisivos, les dejamos hacer... Luego me preguntaste, como si la iniciativa hubiera sido mía, y yo te lo dije, acercándome a tu oído: quería recordar cómo eran tus ojos desde aquí, cómo era tu mirada vista desde uno de tus besos.

5:19 (a las 11 hay clase)