Monday, March 05, 2007

Amores como ventanas abiertas


Resulta que un día, alarmado por los ruidos y golpes que se escuchaban en mi portal a altas horas de la madrugada, decidí bajar a ver qué sucedía. El edificio, antiguo y medio en ruinas, estaba completamente a oscuras, por lo que tuve que acompañarme de una pequeña vela para poder descender las escaleras sin peligro de tropezar. El ascensor cumplía su cuarto mes fuera de servicio y tenía pinta de seguir una larga temporada más de baja. Al llegar al rellano me soprendió la silueta de un hombre que vociferaba recortándose en la penumbra. - Quién anda ahí?, dije - Soy yo, Larrainzar, el vecino del tercero! - me contestó, - Ah, buenas Sr. Larrainzar, qué hace usted aquí a estas horas? - Nada, nada, no se preocupe, estoy hablando solo- comentó con una normalidad sorprendente. Estupefacto sólo acerté a decir : ah, de acuerdo. Sin embargo, Larrainzar fue más allá en su explicación: a ver, solo solo tampoco, estoy hablando con Carlos Gardel. En aquel momento creo que si hubieran desenterrado a Gardel y lo hubieran puesto junto a mí, nadie habría conseguido diferenciar quién era el vivo y quién era el muerto. Larrainzar ni se inmutó ante mi asombro y prosiguió con su razonamiento: - está bien esto de tener a Gardel para cuando uno quiera, yo le llamo y aparece, soy un privilegiado, a veces cantamos tangos, a veces me cuenta historias, hoy sin ir más lejos discutíamos sobre el estado ruinoso en el que están quedando algunas viviendas. - Y qué dice Gardel? - pregunté, - Él cree que antes se vivía mejor - respondió Larrainzar antes de ponerse a reir a mandíbula abierta - se vivía mejor!!, jajajajaja, lo entiende? jajajaja él cree que antes se vivía, se VIVÍA mejor!! jajajaja qué ocurrente es Gardel!!

Esa misma noche decidí mudarme a otro barrio.
Lo primero que hice al instalarme en mi nueva vivienda fue subir y bajar consecutivamente del primer al último piso en ascensor veinticuatro veces, qué gozada! pensé. Luego puse todas mis cosas en orden y pasé el resto del día realizando mis tareas cotidianas sin más. Sin embargo al llegar la noche algo extraño ocurrió, cuando me disponía a lavarme disciplinadamente los dientes creí intuir un rumor de onomatopeyas chocando contra mi ventana. Intrigado corrí hacia el cristal y puse mi oreja al servicio de la lírica que entraba por el resquicio de la terraza. Era una mujer!! una mujer gozando!! orgásmica!! disfrutando en jadeos del acto sexual!! Con la mirada intenté descubrir sin suerte de qué piso cercano provenían los gritos. Aquella noche se hizo interminable. A la mañana siguiente todo el barrio era pura felicidad, la gente se abrazaba por las calles, se sonreía, se guiñaban los ojos, incluso aquellos vecinos que jamás se habían dirigido la palabra entonaban solemnes un "buenos días señor Carrillo!", "Muy buenos días tenga usted señor Primo de Rivera". Hasta la vecina del tercero que hacía meses se había declarado en huelga de hambre porque estaba empeñada en poner el satélite en el edificio era todo un primor "Qué satélite, ni que huelga! esto es el paraíso lalalalala". Era sorprendente como los jadeos de una mujer habían podido cambiar el humor de todo un barrio. Durante todo ese día en el vecindario no se hablaba de otra cosa, todos debatían sobre la calidad de los gritos, la entonación, el ritmo, algún entendido incluso se atrevió a decir "yo creo que es multiorgásmica!". El caso es que esa noche todos estuvimos pendientes de que los gritos volvieran a aparecer. Y así fue. Una vez más, esa mujer, misteriosa, desconocida, con sus interminables y adictivos gemidos.
Cada noche la misma historia. Llegué a comprarme unos prismáticos para buscar infructuosamente a la muchacha. Qué manera de hacer el amor! Recuerdo que una de tantas veces cuando me disponía a salir de casa camino al restaurante de la quinta avenida, donde había quedado con una mujer bandera para cenar y darnos al goce de amar, de improviso los gemidos adelantaron su hora de llegada y me sorprendieron en el quicio de la puerta. Tras un momento de duda volví atrás, cerré de golpe, me quité la chaqueta, deshice el nudo de mi corbata y me senté junto a la ventana abierta para escuchar a aquella mujer jadear como no lo había escuchado en mi vida. Aquella noche supe que estaba completamente enamorado.
La historia se cuenta así. Y amigos de amigos me juran que es verídica. Yo no sé si creerles. Dudo de que en los pisos cercanos al mío haya mujer como aquella, capaz de hacer el amor de esa manera, capaz de enamorarme así, como al protagonista de la historia, dudo que esa chica pueda existir. Pero por si acaso, por si existiera, cada noche, duermo con la ventana abierta.