Friday, June 25, 2010

La Flauta

Qué gran invento! La flauta! Las personas, con el tiempo, vamos conociéndonos a nosotros mismos. Los hay incluso que están "encantados de haberse conocido", otros, por contra, una vez se encuentran se dicen a sí mismos aquello "nos llamamos" y luego nunca llaman.

Yo estoy inmerso en mi propio proceso de conocimiento. Sé que hay cosas que me gustan y otras que no, y a veces, como Calamaro, sé lo que quiero y sé lo que no quiero "porque no lo puedo comprar". Alguna vez escribí que "es mejor amar lo que se posee que desear lo que no se tiene". Pero más tarde pensé que es preferible "aspirar a ti que conformarme contigo". Y ahí voy, conociéndome. Sigo sin entender para que sirve el dedo pequeño del pie. Le he dado bastantes vueltas y no le encuentro el sentido. Puede ser que sólo sea un vestigio poético en relación a la existencia de las personas; todas tan diminutas e insignificantes en un mundo frenético e inmmeso, pero vivas y presentes. Con sueños como uñas. Pudiera ser. Un Dios a lo Ramón Gómez de la Serna, con sutiles greguerías. Supongo que llegará el día en el que todo cobre sentido, incluso ese pequeño compañero que vive ahí abajo, también conocido como el "quinto beatle" sobre todo por aquellos más peludos y antidepilación, que suelen contar con el fenómeno "dedo con flequillo".

Lo que sí he podido averiguar en todo este tiempo que llevo conmigo mismo es que soy un desastre. Y quiero añadir que eso no es malo. Los desordenados somos los únicos que podemos encontrar algo que hemos perdido previamente. Un ser ordenado jamás lo encontrará, sin embargo seguro que yo lo encuentro debajo de la ropa, de los libros, detrás de la guitarra... El caso es que sé que soy muy despistado, lo suelo perder todo, el dinero de la porra que me habían confiado a mi, la lotería del colegio, las llaves de casa, incluso mis amantes!! Un verdadero desastre. A todo esto tengo mis pequeñas trampas para encontrar el norte. Por ejemplo, cuando entre semana no sé qué día es miro los menús de los bares, si hay paella es que es jueves. No falla nunca. Es un método infalible.

He ido adquiriendo bastante práctica en este bello arte de la trampa. Todo tiene un significado. No voy a relatar todos mis atajos vitales, es algo que os llevaría mucho tiempo y dinero, pero sí quiero compartir con todos mi último hallazgo: la flauta, ese instrumento que hace un ruido estridente y que por su forma fálica serviría para que en un momento de desesperación como el de ayer por la noche, un servidor sodomizase a toda una familia en pleno barrio de Sant Gervasi.

Amigos y amigas, si queréis saber en qué momento escolar estamos no tenéis más que escuchar por la ventana a partir de las 5 de la tarde. No sé por qué pero en la mayoría de colegios a los niños les hacen comprar una flauta para la clase de música. Qué diría Freud!!! El tema es que los niños se lo toman con mucho entusiasmo y se pasan horas y horas sacudiendo al barrio con su torpeza a la hora de interpretar la penúltima canción que jamás aprenderán a tocar con tal instrumento: el himno de la alegría. (La última será "El camino que lleva a Belén", con la que aterrorizarán a sus padres hasta el día del festival de navidad - tema, por cierto, que merece ser tratado aparte). Digámoslo claro: los niños son muy torpes para utilizar una flauta. En sus manos es poco menos que un arma de destrucción masiva. Todos menos la chica de "American Pie" en el famoso campamento de verano. Y es que dejando a un lado el descubrimiento de la sexualidad que les pueda producir el hecho de tener una flauta entre las manos, ésta no les servirá para nada.



Aquella noche el niño estaba más torpe de lo habitual y tras no querer comerse la sopa de estrellitas se fue a su cuarto a tocar el susodicho instrumento. Como un bucle que nunca acaba el individuo se encalló en cierta parte de la canción, lo que le llevó a repetir el inicio de "el canto de la alegría" 15 veces seguidas. Cuando yo aún no tenía los ojos inyectados en sangre y poco antes de ir a la cocina en busca de un cuchillo, al pequeño se le sumó el padre. Más que evolución humana deberíamos hablar de desevolución. 20 veces más, con el agravante de la desentonación. Imaginad alguien repitiendo una y otra vez "eeeeescuuuucha hermaaaanooooo la cancióooooon de..." y ZAS le fallaba la nota. La madre, con más habilidad con este tipo de instrumentos fálicos según me informó con sonrisa socarrona el vecino del tercero, lo intentó también. Peor que un concierto de Jonas Brothers. Digamos que cobró sentido la memorable canción "La flauta de Bartolo", "Bartolo tenía una flauta con un agujero solo y a todos daba la barra con la flauta de Bartolo".

Resumiendo, que vaya nochecita con la flauta.