El derecho de admisión queda abolido. Sólo podrán asistir a la Fiesta de Blas todos aquellos/as que asistan a la fiesta. Sino se asiste, no se puede asistir. Porque para hacer lo que hay que hacer, hay que hacer lo que hacer. Ya lo dijo Fernando Martín.
Tuesday, December 16, 2008
Camarada
Desde que descubrí El Principito he ido regalando libros y fragmentos a mucha gente. Hoy te lo regalo a ti, por si no lo había hecho antes. El Principito también dejó su planeta, también se exilió, camarada.
"La mañana de la partida, puso en orden el planeta. Deshollinó cuidadosamente sus volcanes en actividad, de los cuales poseía dos, que le eran muy útiles para calentar el desayuno todas las mañanas.
Tenía, además, un volcán extinguido. Deshollinó también el volcán extinguido, pues, como él decía, nunca se sabe lo que puede ocurrir. Si los volcanes están bien deshollinados, arden sus erupciones, lenta y regularmente. Las erupciones volcánicas son como el fuego de nuestras chimeneas. Es evidente que en nuestra Tierra no hay posibilidad de deshollinar los volcanes; los hombres somos demasiado pequeños. Por eso nos dan tantos disgustos.
El principito arrancó también con un poco de melancolía los últimos brotes de baobabs. Creía que no iba a volver nunca. Pero todos aquellos trabajos le parecieron aquella mañana extremadamente dulces. Y cuando regó por última vez la flor y se dispuso a ponerla al abrigo del globo, descubrió que tenia deseos de llorar"
El Principito. Antoine de Saint Exupery.
Lo escribí yo y tú lo mejoraste camarada, "Tengo en el pecho un ejército de sístoles y diástoles, con movimiento auricular y ventrícular". Nunca mienten nuestros ojos, porque somos dos hombres de verdad.
Si algo así no te hace enmudecer, tómate tu tiempo para pensar en silencio. Si no sintiera celos, sería una pared; si no me arañara por dentro, sería un jarrón; pero no soy ni un jarrón, ni una pared, ni un cuadro, ni si quiera una foto, soy un cúmulo de sentimientos y miedos, una montaña rusa de emociones. Si no me quemara el fuego, si no sangrara al pincharme, sería un robot o sería mentira.
Fuimos siempre unos clasistas, camarada. Una especie en extinción. Innovadores, revolucionarios, subversivos (de verso fácil). Y yo le escribo para decirle que aunque sé que siempre está ahí, hoy le eché de menos. Y que aquellos bares donde bellas señoritas nos aguardaban para decirnos “Tiene usted voz de capitán”, nos esperan desde entonces. A la espera de que retorne de su exilio forzoso, le aguardo con la ilusión de retomar nuestras andanzas por la calle mayor, criticando al resto, porque nosotros siempre fuimos críticos con los demás, con los fariseos y los violentos especialmente. Jamás nos compramos una Alfa, fuimos siempre de Harrington, y eso ya lo dice todo. No sucumbimos a modas, nosotros marcamos tendencia. Soy yo cuando usted le grita “Asesino!!” a De Juana en los juzgados de Belfast jugándose el tipo televisivamente; y es usted cuando yo escribo con la voz rota lo que los dos sentimos:
“Te faltan diez corazones dentro
para sentir como yo siento,
no hay tormenta que oscurezca ni una nube de mi cielo,
no es suficiente el sol para secar mi alma,
ni es bastante el mar para apagar mis llamas,
dame un desierto,
el más grande que encuentres,
y yo te lo lleno,
de versos cien veces,
un desierto entero,
lleno de versos de agua,
como en aquellos días,
con tu nombre…”
Salud, camarada!