Tuesday, December 23, 2008

Mujeres



Reconozco que las admiro. He tenido la oportunidad de encontrarme con muchas en mi vida. Con algunas he compartido ese breve instante, con otras simplemente he rozado la mirada, las he visto de lejos, esquivando cuerpos con los ojos hasta dar con ella en el fondo de una cafetería o de una clase. Reitero: las admiro. Soy su fan número uno, porque sé que son un diamante en el lodo, un ejemplar único, díficil de encontrar. Decía Lennon, con quién me une una extraña casualidad: murió el día de mi nacimiento, dos años antes, aquello de “woman is the nigger of the world”, y en la canción, que no copiaré pero que invito enfervorizadamente a escuchar, realiza una perfecta descripción del machismo de la sociedad y de cómo ellas lo sufren. Así que cuando encuentro alguna de esas Libertarias o alguna de esas 13 Rosas, me quito el sombrero y soy capaz de quitarme todo lo demás, porque su simple presencia me desarma, me desnuda. Una mujer de la cabeza a los pies, una mujer, sin más. Mi madre es una de ellas y por eso, de pequeño, ella siempre lo cuenta, me salvó la vida y permitió que hoy exista este blog y yo mismo.

Desde que me dí cuenta de ese detalle revolucionario y de rebelión que existe en muchas mujeres he ido haciendo un meticuloso ejercicio de búsqueda y captura de féminas así. Mujeres de verdad. Capaces de reírse de todo y sin embargo, un comentario o gesto fuera de tono, que viole su intimidad o menosprecie su hegemónica posición en la vida, les cambia el rostro y te noquean. Da igual quién esté delante porque por delante sólo está su dignidad, su feminidad. Y eso en un mundo dirigido por hombres es de valorar. Como digo, he tenido la suerte de encontrarme con muchas de ellas, de valorar cada día a su lado, y sin embargo también he tenido la incertidumbre de amar a muchas otras faltas de esa condición.

Hoy es un homenaje a ese tipo de mujer. Yo por mi parte sólo puedo prometer una cosa: mi corazón, pequeño bufón que salpica y juega, sólo cederá con una de ellas. Así que si me véis altivo por las calles paseando del brazo de una bella dama, enamorado y radiante, podéis decirlo alto y claro: ésa es una mujer, una mujer de verdad.