El derecho de admisión queda abolido. Sólo podrán asistir a la Fiesta de Blas todos aquellos/as que asistan a la fiesta. Sino se asiste, no se puede asistir. Porque para hacer lo que hay que hacer, hay que hacer lo que hacer. Ya lo dijo Fernando Martín.
Wednesday, December 10, 2008
Hoy volvemos a las historias, después de tanto tiempo. Dice mi admirado David Summers que la música es como un océano inmenso en el que uno nunca se cansa de nadar porque siempre surge una palabra o una frase que lo cambia todo, algo bonito que decir. Tengo el curso inicial de buceo profesional altruista, nunca he conseguido sacarme el carnet oficial, pero practico como el que más. Al sumergirme ayer encontré una palabra, una frase, una idea, capaz de hacerme vibrar y dejarme out toda la tarde. Así que la rescaté y hoy, rara vez lo hago, la comparto aquí. Los antecedentes son estos. Él le hizo daño, no entraremos en más detalles, y ella se cansó de pasarlo mal, de llorar, de sufrir, de ver como todos sus sueños se derrumbaban, y más allá de eso, se cansó de ver momentos, oportunidades, gestos,.. con los que él podía redimirse de su error y pensó que quería por dos; que su amor, pequeño e infranqueable, era un diminuto guerrillero capaz de plantar cara a cualquier desliz. Lástima que él no tuviera en el pecho un ejército de sístoles y diástoles pequeños e infranqueables.
Escribí la historia y la canción…”y amanezco deshecho y te veo tumbada sin más, y no es justo que sufra mi vida lo que tú hiciste mal”.
“No puedo verte así. Te has pasado la mañana mendigando una señal, un mensaje, un salvavidas. No es justo que sufras tú el daño que he hecho yo. Que amanezcas tú con los ojos empapados y llena de reproches, mientras yo culmino mis plácidas 8 horas de sueño perezosamente en lado izquierdo de la cama. Debería dolerme a mí el ruido de la puerta cada vez que repite el sonido con el que te desperté aquella noche. Debería quebrarme a mí cada canción en la radio, debería ser yo quién calmara su rabia ante esa mirada íntegra. No quiero verte así. No quiero que un terremoto te desguace el alma cada vez que suena el móvil, que corras esperando una palabra mía y Movistar te anuncie, qué cosas, que ya llegó la navidad. Debería comerme a mí la inseguridad de quién ayer caminaba altiva y orgullosa, hondeando mi amor como una bandera y hoy asume que la revolución era una quimera. Debería faltarme a mi una esquina del verso, debería no rimarme a mi la última estrofa de la canción. Siento que ya nada vuelva a ser como antes, que tus pasos no sean firmes desde ahora, que tiembles a mi lado sin nada que decirte. Siento que la magia se diluya, que se haya agotado el manantial, no quererte sin reservas, ni a manos llenas. Y aún así, hendida y hueca, echas en falta el calor de mis brazos protegiéndote de todo, mis palabras y mis juegos, diciéndome, sin pronunciar una palabra, que me perdonas y me necesitas, que tú sí mantuviste ese amor pequeño e infranqueable que me prometiste. Debería ser yo quién tuviera el pecho desalojado de sueños y planes, quién mudara de piel y de sonrisa, quién agriara su gesto. No es justo que sufras tú el daño que he hecho yo, insisto. Debería ser yo quién no puede conciliar el sueño, quién camina con fantasmas y miedos, debería ser yo. Y debería ser yo quién recibiera esta carta, quién leyera de tu puño y letra lo que yo ahora escribo figurando ser tú. Deberías ser tú, y ahora sí eres tú, quién encontrara la palabra exacta, quién se desviviera por retenerme, a quién le fuera la vida en ello. No debería decirte yo qué tienes que hacer, no debería enseñarte el manual de usuario de un amor pequeño.”